El Alto Arlanza constituye uno de los parajes más bellos y enigmáticos de la provincia de Burgos. Un territorio de extensos pinares situado entre los Picos de Urbión y las sierras de la Demanda, Neila y Cebollera.
Aquí se encuentra la mayor concentración de necrópolis altomedievales de la Península Ibérica y posiblemente de Europa, la mayoría pertenecientes a los siglos IX y XII.
Entre los más de 20 yacimientos existentes, destaca, sin lugar a dudas, la Necrópolis de Cuyacabras en el término de Quintanar de la Sierra y la del Comunero de Revenga, ambas excavaciones dirigidas por el Profesor Alberto del Castillo, entre 1967 y 1971.
La Necrópolis de Cuyacabras cuenta con un mínimo de 185 sepulturas documentadas, diseminadas alrededor de la iglesia semirupestre y los puntos adyacentes más elevados. Dichos enterramientos están datados entre el siglo IX y primera mitad del siglo XI. La mayor parte pertenecen a inhumaciones excavadas en la roca, aunque también se registran sepulturas de lajas en forma de cista (cofre o caja) y un peculiar tipo de nicho lateral.
Las sepulturas excavadas en la roca corresponden a tres categorías; de tipo bañera (54%), tipo antropomorfo (37%) y los nichos laterales (7%). Entre las tumbas antropomorfas predominan las formas de cabecera redondeada y en arco de herradura, mientras que en las de ‘bañera’ son mayoritarias las de forma elíptica, éstas últimas utilizadas preferentemente en los enterramientos infantiles.
El número de enterramientos infantiles supera al de adultos, hecho que pone de relieve el elevado índice de mortalidad entre la población infantil. De esta forma los primeros años de vida del individuo parecen haber estado seriamente comprometidos, superada la pubertad los riesgos parecen disminuir conforme al crecimiento.
Las tumbas que fueron selladas con cubiertas, preferentemente monolíticas, se orientan, salvo alguna excepción, en dirección a poniente. La disposición no era casual, el difunto, enterado en posición decúbito supino, descansa a la espera, según la tradición cristiana, de la resurrección de los muertos. ‘Al son de la trompeta del último día, los difuntos serán llamados ante el tribunal divino que se manifestará en todo su esplendor desde Oriente’.
A escasa distancia de la Necrópolis de Cuyacabras, en un paraje de inusitada belleza y quietud, se encuentra el Eremitorio de Cueva Andrés, uno de los eremitorios más bellos de la Península.
La Necrópolis de Revenga tiene una configuración similar a la de Cuyacabras. Situada en una pequeña floración rocosa, ocupa una superficie de unos 2.000 metros cuadrados en los que se han documentado unas 145 sepulturas, próximas al lugar que ocupaba el edificio religioso.
El conjunto conservado, que debemos datar entre el siglo IX y XI, constituye una de las necrópolis más representativa del Alto Arlanza y un valioso referente de la arqueología medieval hispana.
Las sepulturas excavadas en la roca se distribuyen en dos categorías: Las formas y variantes del tipo ‘bañera’ (40 %) que parecen estar destinadas a enterramientos infantiles o femeninos y las sepulturas de tipo antropomorfo (60 %), supuestamente para los hombres.
El conjunto estuvo presidido por un reducido edificio religioso que conocemos, no sin dificultad, gracias a algunas evidencias registradas sobre la plataforma rocosa en la que se levantaba.
Los rebajes para asentar los muros de la construcción, la situación de las sepulturas infantiles de la cabecera y otras trazas permiten delimitar el espacio eclesiástico y sugerir una interpretación aproximada de las características y evolución de aquella construcción.
La primitiva iglesia del lugar, a la que se accedía por una única puerta de acceso abierta sobre el muro meridional, presentaba una nave de planta cuadrada, con cabecera o presbiterio, también cuadrado, orientado a Levante.
El viejo edificio estuvo dotado de un pórtico o galería perimetral que rodeaba el cuerpo de la nave. Este espacio porticado, que estuvo soportado por postes escuadrados que descansaban en orificios labrados en la roca, acoge la mayor parte de las insculturas documentadas en el yacimiento.
En fecha indeterminada, el primitivo edificio sería reformado intensamente. La nueva construcción permitió duplicar la capacidad del edificio, conservando una parte del trazado inicial.
La reforma aportará, además, un nuevo elemento en el interior de la nave, el denominado apodytherium o depósito circular que ocupa un lugar central frente al santuario. Dicha estructura ha suscitado las más extravagantes versiones sobre su funcionalidad.
Se cree que la utilidad de dicho depósito está relacionada con el lavado ritual de los difuntos, una costumbre ancestral que la iglesia trató de impedir en época altomedieval, no siempre con éxito. En este caso, el banco o la bañera donde lavar el cuerpo del difunto debió reducirse a unas parihuelas, que dispuestas sobre el mencionado depósito, permitían el lavatorio ritual del cadáver antes de proceder a su amortajamiento.
La plataforma rocosa sobre la que se levantó la antigua iglesia conserva un grupo enigmático de grabados, que se distribuyen mayoritariamente dentro del espacio porticado de la primitiva iglesia. Frente a la puerta de acceso a la iglesia se registran, además, un reducido grupo de cruces de aspecto y cronología más tardía.
Poco sabemos sobre la finalidad concreta por la que se labraron, aunque hemos de suponer que dichos elementos encierran una simbología relacionada con ciertas creencias o prácticas mágicas. No deja de ser curioso que, a escasa distancia del pórtico en dirección sudoeste, se puedan contemplar algunas icnitas o huellas fósiles de un dinosaurio del Cretácico.